A través de los diferentes
cambios que se dan en el sistema público y privado ante la función directiva,
dando como respuesta a los requerimientos sociales, políticos y económicos,
nuevas formas y modelos de gestión donde se involucran los saberes, procesos de
administración, dirección y liderazgo, articulando a ello lo acabado de
nombrar, encontramos la gestión educativa y la fundamentación pedagógica.
Se puede apreciar como
diferentes autores exponen sus saberes y conceptos sobre lo que es la función
directiva. Entre estos encontramos a Jose Maria Veciana (2002) para quien la
función directiva “es un proceso dinámico de una persona sobre otra u otras personas”
teniendo esta la mirada hacia los mismos logros y metas, viendo de esta manera
como el gestor educativo orienta, lidera, organiza y es un estratega innovando
en la forma de alcanzar las metas sin perder el horizonte institucional.
Por otro lado, encontramos a
Kotter (1997) El cual expone que un directivo dirige la
planificación de los procesos, elabora presupuestos y hace seguimientos
financieros.
Resalta que el gestor sabe que
dirigir es organizar, además de controlar y hacer seguimiento a los planes y
estrategias.
Mark Moore (2002) sostiene que
un directivo tiene la capacidad de brindar servicio de calidad y de esta manera
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en el cual su actuar y regir
atiende a tres esferas interrelacionadas:
· Gestión
estratégica
· Gestión
del entorno político
·
Gestión operativa.
A través de la visión normativa del ministerio de educación, las
políticas educativas, y la normatividad vigente, se empieza a dar sentido a la
función directiva incluyendo las áreas, académica-pedagógica,
administrativa-financiera y de convivencia y comunidad.
Esto es concientizar a
los gestores educativos concebir la gestión, como un proceso integral abierto
al cambio, aboliendo la función tradicional, viendo el nuevo gestor educativo
como un gestor que sabe direccionar, y administrar. Un gestor abierto
al cambio y a la innovación, siendo estratega con
grandes competencias que proveen el buen desarrollo de la institución,
actuando con liderazgo motivando a su equipo de trabajo a la participación
constante y a la mejora continua.
El gestor educativo no debe ser
símbolo de poder institucional, sino un posibilitador y mediador para lograr
objetivos y metas, siendo este un negociador coherente con su quehacer y como
cabeza principal de una organización.
Un gestor líder
“transformador” quien convierte a sus colaboradores en líderes en diferentes
campos de la actividad educativa.
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